En los
años 60 y 70 la astrónoma norteamericana Vera Rubin desarrolló un método muy
preciso para determinar la velocidad de giro de las galaxias en función de la
distancia a su centro galáctico. La curva teórica de velocidades, basada en
medidas espectrométricas incuestionables, indica que, según la ley de la
gravitación universal de Newton-Einstein, la velocidad de giro, a partir de
cierta distancia, debe disminuir conforme aumenta la distancia al centro. Pero
saltó la sorpresa: las curvas obtenidas por Vera Rubin indicaban que, contra
todas las expectativas, esa velocidad permanecía prácticamente constante. Vea
el gráfico, tomado de Wikipedia.

Este inocente
gráfico tiene unas implicaciones extraordinarias para la Física porque pone en
cuestión la ley de la gravitación de Newton-Einstein, uno de los pilares de la
Física. La comunidad científica, como suele suceder a menudo, optó por la vía fácil:
desacreditar las medidas de Vera. Pero los hechos son tercos y las medidas,
escrutadas a fondo, resultaron ser incuestionablemente correctas.
La
solución propuesta por la comunidad científica consistió en inventar un tipo de
materia que nadie ha visto, ni verá probablemente jamás, porque no interacciona
con la radiación electromagnética. Esta materia, calificada como oscura, estaría
oportunamente distribuida para dar las curvas que hemos mostrado más arriba.
Pero, atención, la materia oscura, milagrosamente, aparecería en las galaxias
espirales, pero no en las elípticas. Tampoco en el sistema solar se detecta ni
rastro de esa materia oscura y los planetas más exteriores giran más despacio
que los interiores, como debe ser. En
cuanto a la composición de esa extraña materia, lamentamos comunicar que no se
tiene ni la más pajolera idea. Parece una broma, oiga.
Otros
investigadores, más abiertos, han optado por modificar las leyes de Newton. El
más conocido es Mordehai Milgrom, que propone modificar ligeramente, no
ya la ley de la gravitación, sino la segunda ley de la dinámica, introduciendo
un parámetro que la llevaría asintóticamente a su formulación habitual.
Sinceramente, la hipótesis de la materia oscura es fea, fea,
fea. Está metida en la Cosmología con calzador y por ello resulta más fea y abominable que la teoría del calórico.